El conflicto entre Ucrania y Rusia sigue escalando y los acontecimientos recientes han desdibujado aún más las fronteras entre objetivos militares y civiles. La noche del 10 de septiembre de 2024, Moscú fue testigo de uno de los ataques con drones más grandes y devastadores lanzados por Ucrania desde que comenzó la guerra. Esto marcó una escalada significativa en la estrategia de Ucrania, acercando la guerra a la población civil de Rusia y señalando un cambio de táctica que podría tener consecuencias de gran alcance.
El ataque involucró a cientos de drones dirigidos a nueve regiones de Rusia, incluida la propia Moscú. Este fue el mayor ataque con drones en suelo ruso hasta la fecha y puso de relieve tanto las crecientes capacidades de drones de Ucrania como la vulnerabilidad continua de Rusia a pesar de las extensas defensas aéreas. Si bien los sistemas de defensa rusos lograron interceptar 144 drones, varios se deslizaron y alcanzaron sus objetivos previstos. Entre estos objetivos no solo se encontraban instalaciones militares sino también infraestructura civil, lo que marca un cambio inquietante en el enfoque de la guerra.
Uno de los aspectos más significativos de este ataque fue su impacto en un aeropuerto de Moscú. El aeropuerto de Zhukovsky, una instalación que sirve tanto para fines civiles como militares, fue alcanzado durante el ataque. Aunque el aeropuerto no estaba operativo en el momento del ataque, se obligó el cierre de tres aeropuertos importantes en el área de Moscú (Zhukovsky, Domodedovo y Vnukovo) durante más de seis horas. Esto provocó importantes interrupciones en los viajes, con alrededor de 50 vuelos desviados. Este nivel de interrupción en una gran ciudad global como Moscú es un hecho poco común y subraya el alcance y el impacto potencial de las operaciones de drones ucranianos.
Sin embargo, el aspecto más alarmante del ataque fue el daño a las áreas civiles. En Ramenskoye, una ciudad residencial ubicada a solo 50 kilómetros del centro de Moscú, dos edificios de apartamentos fueron alcanzados por drones. Esta fue la primera vez que los drones ucranianos apuntaban directamente a áreas residenciales civiles en Moscú. Trágicamente, una mujer de 46 años falleció, y otras tres resultaron heridas. El ataque provocó incendios, rompió ventanas y dejó a los residentes en estado de shock, quienes de repente se encontraron viviendo en el frente de una guerra que hasta entonces parecía lejana.
Para muchos residentes, este ataque fue un duro recordatorio de que el conflicto ya no se limita a los campos de batalla distantes en Ucrania. El impacto psicológico de saber que los drones ahora pueden atacar barrios residenciales en la capital rusa es profundo. En entrevistas posteriores al ataque, varios residentes expresaron miedo e incertidumbre sobre su futuro, y una mujer afirmó: "¿Cómo es posible que ahora tengamos que vivir con miedo? ¿Cuándo terminará esto?". Estos sentimientos reflejan la creciente ansiedad entre los civiles rusos que anteriormente se habían sentido aislados de la guerra.
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